Cenicienta mil veces me decía:
no mires sus zapatos, su tatuaje, su sonrisa.
Yo brillaba,
mi cuerpo a mil pegasos sometía
a buscarte en una red de trabalenguas,
yo moría,
tu palabra le gritaba a las plantas de mis pies:
¡ tienes que bailar un tango con Gardel
y ser amiga de Artemisa !
Tus ojos rebuscaba en un pajar de terciopelo,
bebía con ánsias tu veneno,
eran mi vodka las esquinas de tus dedos.
amaba tus silencios a escondidas,
tu brutal oligarquía,
la planicie extensa de tus miedos,
yo sufría,
tu luz era cadena que ante la logia me ponía
que me hacía adorar mis penas,
robarle a Dante su autoría,
¿ La divina comedia no era mia ?
Amaba tu verdad que era un ensayo,
poniéndo al himalaya una cornisa,
que ignorante,
estaba convencida: ¡ navidad sucede en mayo !
quise competir en hermosura con la brisa.
Yo temía,
tu aliento me obligaba a ser profeta,
adivina, bruja y agorera,
vistiéndome de bella pitonisa.
Ahora soy libre,
condené al infierno tus sátiras agónicas,
devolví al hada madrina su estúpida varita,
¡Ya no tengo que vivir con narnia entre sus crónicas !
2 comentarios:
Preciosos versos..
Preciosa libertad..Te tienes a tí misma Sarah..!
Un abrazo.
M.Jesús
Mia recuerdos y mi abrazo para esa poeta intensa y profundamente sensible..!
M.Jesús
Publicar un comentario