Amén a mi sonrisa


Afianzada vivo en una causa que no es mía,
pronombres perdidos, música sin melodía,
abastecida de alimentos incoherentes.
Tejo sendas de ilusión en estos valles,
aluviones de poesía que no me pertenecen.

Alisios errados se acrecientan,
equivocan su destino,
me acarician con su manto de perfidia y lejanía.

¡ Dios mío, dile amén a mi sonrisa ¡

Palabras que no entiendo se cobijan en mi hoguera
y amenazan convertirme en bohemio de cantina,
estupor de fechas inconclusas,
ratas de otras madrigueras.

Envidia de adjetivos acechan mi elocuencia,
ácidos sulfúricos corrosivos que enajenan,
deidades malignas que se esconden en la ausencia.

¡ Dios mío, perdona al fuego que envenena ¡

Dile al cobarde que me enfrenta que mi miel es infinita,
que la dulzura nunca hará una casa entre sus venas.
Las alas de mi alma no las descose con su emblema.

¡ Reniego del que amorosamente desprende dinamita ¡

Detenida en tu tiempo



Consumida por murallas de cristal
atesoro un mundo inalcanzable,
acordono pasos, eternizo valles;
concibo recurrente mi utopía:
floreciendo en la aurora de tus ojos,
despertando contigo en mi organismo.

Me flagela lo intangible de tu imagen,
me disperso en lo febril de lo prohibido.

Implícito en un mar que nunca afianzo
se exacerba mi piel en la agonía,
ahogada entre relojes que no marchan,
deshojando calendarios con mis pasos.

¿Sabías que siempre te busco en mi regazo?

¿Sabías que mido la distancia con mis labios?

Mil caricias se desandan de mis manos
obsesionada en los sabores de tu cuerpo;
solo mi mente alcanza su destino:
imaginaria sinapsis de tu boca con mi ombligo.

Duele el alma incluso en la esperanza
por un amor suspendido en el silencio.
Eternos días de noches sin regreso;
tu pelo protagonista de mis sueños;
tu voz formando el aire que respiro.

Elevo plegarias buscando liberarme,
lacerada por mirarte y no tocarte,
por tenerte y no sentirte,
por amarte y no besarte,
detenida para siempre en el color del infinito.


Sin remedio y sin final



Gélidas pasiones
se tatúan obtusas en mi mente,
acacias de tu pelo
que a mi cuerpo no dan sombra,
alma que gime ante un dolor
que nunca duerme.
Soy yo,
enferma en telarañas de la ausencia
que sonriente es asesina de mi luz,
comiéndose callada mi existencia.

Mis ojos convencidos
ya no sé donde esconderlos,
es el ruido de la vida
que mancilla mis oídos,
al cual, exhausta de luchar,
lentamente me someto ...

¿Existe en tu memoria algún rincón que me bendiga?

En ese espacio anhelo sustentar
la dulce voz de tu recuerdo.

¿Alcanzas a palpar mi corazón por un instante?

Es él quien se sumerje
amilanado por tus dudas.
Soy yo,
que ni siquiera me muero
para dejar de amarte.